PREMIO A TODA UNA CARRERA Hermanos Taviani

Hombres de otros tiempos, profundamente modernos, amantes del melodrama, de Shakespeare y de Tolstói y de la suma de las artes que es el cine. El Oso de Oro en el Festival de Berlín para Cesare deve morire y su candidatura a los Oscar son algunos de los últimos reconocimientos de una carrera larga y extraordinaria. Paolo y Vittorio Taviani, 80 y 82 años, han dirigido, entre otras, Un uomo da bruciare, San Michele aveva un gallo, Padre padrone, La notte di San Lorenzo, Kaos, Good Morning Babilonia y Le affinità elettive. Son dos utopistas que siguen hablando de rebelión, conscientes de que la fuerza de la naturaleza es mucho más grande que la fuerza del hombre, que no es posible conocer de verdad el destino final de la humanidad.

EL CINE COMO ACTO DE PUREZA
Ensayo inédito de: Miguel Ángel Barroso, Madrid 2012

La Segunda Guerra Mundial había terminado hacía poco. Italia estaba devastada por el fascismo y la ferocidad sin límites del ejército Nazi-Alemán. Dos adolescentes llamados Vittorio y Paolo, que se llevaban dos años de diferencia, decidieron saltarse las clases una tarde y meterse en un cine donde se proyectaba Paisá, una película dirigida por Roberto Rossellini. El filme se componía de varias historias y hablaba de los partisanos, de su lucha y del sacrificio de toda una nación. Pero no lo hacía con amabilidad, sino con crudeza, con rabia aunque con un mensaje de esperanza. Aquello eran palabras mayores que impresionaron a los dos jovencitos nacidos en San Miniato (Pisa). Incluso llegaron a enfrentarse con los espectadores, ya que estos se sintieron incomodados –puede decirse que agredidos- por aquellas imágenes dolorosas cuyo recuerdo era tan reciente. Pero Paolo y Vittorio sintieron que las cosas había que decirlas, dolieran o no; porque la verdad es necesaria para cicatrizar bien las heridas. Aquella tarde de posguerra, los dos hermanos, no solo habían descubierto el Neorrealismo, sino que habían encontrado su medio de vida: el cine.

Rossellini fue para ellos un nuevo padre, amado y respetado para siempre, pero de quien pronto se independizaron para seguir su propio camino. Este es el destino vital entre padres e hijos: amarse y rebelarse. Hay un momento en la vida... [continúa]

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Miguel Ángel Barroso, Madrid 2012

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